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ONU Mujeres propone medidas para fortalecer a la mujer en la economía
SANTO DOMINGO. Las normas de discriminación social y los sesgos de género en las políticas macroeconómicas, fiscales, comerciales y laborales limitan las posibilidades de inclusión de las mujeres, generan una inclusión diferenciada con menores sueldos para labores iguales, las concentra en el sector informal, las sobrecarga con labores domésticas y de cuidado y las priva de tener acceso a los sistemas de seguridad.
A esta conclusión arriba el informe "Progreso de las Mujeres en América Latina y el Caribe 2017: Transformar las economías para realizar los derechos" presentado en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC) por Fernando Filgueira, investigador principal..
La mujer y el trabajo
Las mujeres continúan subsidiando la economía de mercado mediante el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, dedicando más del triple de tiempo dedicado por los hombres (hombres, 12,7%; mujeres, 37,9%) a la reproducción doméstica.
Otro de los hallazgos señalados es la permanencia de una participación laboral desigual: en la actualidad, alrededor de un 60% de las mujeres de América Latina y el Caribe participa en el mercado laboral, comparado con una participación de un 85% de los hombres.
El desempleo entre las mujeres es 50% mayor que entre los hombres, la proporción de mujeres que no cuenta con ingresos propios es dos veces mayor que la de los hombres y la brecha salarial de género persiste incluso cuando las mujeres han alcanzado mayores logros educativos (20% en promedio). Además, estos números se agravan en el caso de mujeres con hijos. Casi el 60% de las mujeres en los niveles más bajos de empoderamiento económico han sido madres a los 19 años.
Casi el 60% de la fuerza laboral femenina se ubica en la economía informal y persisten las diferencias de ingreso incluso en el sector formal y teniendo éstas mayor nivel de instrucción, por lo que su acceso al empleo de calidad es deficiente. Casi el 90% de las personas que realizan trabajo doméstico remunerado en la región son mujeres. Los hombres representan únicamente el 1% del total de los trabajadores domésticos.
A pesar de la disminución de la pobreza y de la contribución de la participación laboral femenina, la pobreza se feminizó drásticamente a lo largo de la última década. Entre 2002 y 2014, ésta disminuyó casi 16 puntos porcentuales, sin embargo, durante el mismo período, el índice de feminidad de la pobreza (refiriéndose éste al porcentaje de mujeres pobres de 20 a 59 años con respecto a la proporción de hombres pobres de ese mismo rango etario) se incrementó 11 puntos porcentuales.
Hasta hace tres años, la cantidad de mujeres pobres era 18 % superior a la de los hombres por lo que es urgente prestar atención detallada a las evidencias que empiezan a llegar sobre un nuevo aumento de la pobreza en la región.
Al presentar la investigación en el Aula Radial del Edificio de Ciencias de la Salud Ana Mercedes Henríquez del INTEC, el doctor Fernando Filgueira destacó que "la monoparentalidad femenina ha crecido en el quintil más pobre por la paternidad irresponsable” y que "un 32.3% de las mujeres de los quintiles más pobres, aportan el 100% del ingreso del hogar."
Realidades desiguales
Para una mejor explicación, el informe identificó tres realidades de mujeres definidas por factores estructurales, como son los niveles de ingresos y los niveles educativos, la edad del primer embarazo. Estas tres realidades son: los pisos pegajosos, las escaleras rotas y los techos de cristal.
En un extremo están las mujeres en "pisos pegajosos", quienes tienen educación primaria baja e ingresos familiares bajos y cuya participación laboral es limitada y significativamente menor que la de los hombres.
En el otro extremo se ubican las mujeres con “techos de cristal”, quienes cuentan con educación terciaria e ingresos familiares altos pero que ven limitado su crecimiento y acceso a posiciones de toma de decisiones. Aunque éstas se encuentran en una situación más próspera se desempeñan en contextos laborales de discriminación y de segregación ocupacional manifestada en la brecha salarial y otros factores.
Finalmente, entre los dos extremos se encuentran las que sufren de “escaleras rotas”, quienes cuentan con educación secundaria e ingresos familiares intermedios. Aunque las mujeres de este grupo están insertadas en el mercado laboral, carecen de redes de protección que les permitan avanzar significativamente hacia el empoderamiento económico y son vulnerables a caer en la situación de “pisos pegajosos”.
ONU Mujeres espera que este informe pueda contribuir a la sociedad en su conjunto a tomar consciencia sobre la urgencia de luchar todos juntos y unidos por la igualdad de género.