Discurso de Juramentación del Julio Sánchez Maríñez, Ph.D
INTEC: el tecnológico de RD, partner de preferencia para la transformación social y desarrollo científico-tecnológico y productivo nacional
Discurso de Juramentación del Julio Sánchez Maríñez, Ph.D
Estimado ingeniero Jordi Portet, Presidente de la Junta de Regentes.
Señores miembros de la Junta de Regentes y Señores Fundadores
Distinguido Ministro de Educación Superior, Ciencia y Tecnología.
Distinguido Rector, Doctor Rolando Guzmán
Honorables miembros del Consejo Académico, estudiantes, profesores, egresados, colaboradores, miembros todos de la gran colmena inteciana.
Invitados especiales, colegas y amigos presentes física y remotamente.
Señores y Señoras, amigos todos.
Tengo ante ustedes el honroso desafío de producir un discurso inaugural y les confieso que, al prepararme para el mismo, me asaltaron las dudas sobre qué debía decir. Tratando de dejar las dudas atrás y no ser presa de la inescapable emoción en un momento como este, me vi tentado a buscar asesoría y que me prepararan bien, porque ya había dicho Shakespeare que “Las improvisaciones son mejores cuando se las prepara” o, para decirlo en forma más poética, con Winston Churchill: “Las flores de la retórica son plantas de invernadero”.
Por suerte para mí y no para mi estrés, en un efluvio de mi memoria recordé la sabia advertencia de a historiadora Drew Gilpin Faust quien, conocedora de los desafíos e incertidumbres de las posiciones directivas en una institución tan compleja y complicada como es una universidad, en su discurso de toma de posición en 2007 como primera mujer en ocupar la Presidencia de Harvard University, dijo:
“Los discursos inaugurales son, por definición, pronunciamientos por individuos que no saben aún de qué están hablando”.
Liberado de mis aprehensiones con esa formidable excusa, y a falta de un canon sobre cómo debe ser un discurso inaugural al cual adscribirme, trataré de estructurar mis palabras alrededor de cuatro temas:
El primero, protocolar, pensando en las audiencias de este acto, seguido de uno sobre compromiso programático académico e institucional, lo que debe distinguirnos como universidad; otro, penúltimo, personal, inevitable en estas circunstancias, y finalmente uno sobre mi gestión ejecutiva universitaria.
Protocolarmente quiero reiterar a la honorable Junta de Regentes del INTEC, el compromiso al cual me adherí en el interesante intercambio de escrutinio que sostuvimos: el de desplegar, sin regateo alguno, lo mejor de mis competencias y esfuerzos, con el único techo de mis limitaciones, por supuesto, para seguir impulsando el desarrollo sostenible de nuestro querido Instituto como una universidad decididamente empeñada en alcanzar los más altos estándares del quehacer académico, con medular vocación social, al haber sido creada, tal como rezan sus Estatutos Generales:
“Para contribuir a la transformación social del país, a la promoción continua de la calidad de la vida de sus habitantes y a la preservación de su patrimonio moral y material para legarlo mejorado a las generaciones por venir”.
Hago extensiva esta declaración también al honorable Consejo Académico, recordando en este caso mi respuesta a una de las preguntas que me formulara una decana en el intercambio con ese organismo; le respondí que volvía al INTEC consciente de su lugar como joya de la corona en el sistema de educación superior dominicano. E igualmente consciente de lo que esto implica para todos quienes formamos parte de la Colmena, especialmente los que ocupamos posiciones directivas.
Mi agradecimiento a todos los participantes en este acto de juramentación, los presentes en este auditorio y los que siguen a distancia desde el país o desde otras latitudes, por encima de las diferencias de horario. Su presencia física o virtual no solo me complace y halaga, sino que también me hace sensible a la gravedad del compromiso que asumo.
No puedo abandonar este prólogo protocolar de mi intervención sin dirigirme a toda la comunidad institucional, a todos sus sectores y a todos sus niveles, con un saludo en el que quiero retomar uno de los lemas que traté de imprimir en otra institución de educación superior en la que me desempeñé hasta hace bien poco, el de que “ninguno de nosotros es tan bueno como todos juntos”.
Dentro de esa comunidad quiero destacar a sus dos estamentos fundamentales, estudiantes y profesores. Las primeras universidades fueron fundadas por un gremio de estudiantes, como en el caso de la Universidad de Boloña, o como corporación de profesores y estudiantes, en el caso de la Universidad de París (hoy Sorbona). En el latín medieval universitas se empleó para designar comunidades o colectivos, como las corporaciones o gremios de artesanos, con sus maestros y aprendices (y para distinguir las nuevas universitas académicas se empleaban adjetivos, como en la fórmula: “universitas magistrorum et scholarium”, maestros y estudiantes).
Arriesgándome a irme por la tangente histórica, me refiero a la dimensión colegial de toda la universidad que se respete como tal, con la centralidad del binomio profesores-estudiantes en comunidad de enseñanza y aprendizaje, aunados por un propósito supremo: la formación y el avance del conocimiento y de las formas superiores, todas, del intelecto humano.
Consciente de que el techo de la calidad de la universidad es el que encarnen sus estudiantes, sus profesores y sus egresados, sé de mi compromiso con preservar y cultivar esa colegialidad tan imprescindible en todo el ámbito propiamente académico de la vida universitaria.
Colegialidad en la que asumamos y despleguemos lo que prefiero llamar ciudadanía inteciana, de profesores, de estudiantes y de egresados, responsables y comprometidos todos con el cumplimiento de derechos y deberes mutuos, en el marco de los fines y principios claramente establecidos en nuestros Estatutos Generales, que definen nuestra institucionalidad, la que, como he acostumbrado a decir, es la flor más delicada en el jardín de toda universidad.
Institucionalidad, derechos y deberes, que deben verificarse en todos los momentos de verdad de nuestro ser y hacer como comunidad académica, desde el debido funcionamiento de nuestros órganos de gobierno hasta todos los momentos de verdad que se repitan incesantemente en cada interacción entre los ciudadanos intecianos, en las aulas, los laboratorios, los talleres, los cubículos y despachos, y en todos los espacios que compartamos, teniendo siempre muy presente que no hay magister sin discípulos, no enseñanza si no hay aprendizaje.
Dirigiéndome a la más amplia audiencia que nos acompaña y, así, a toda la sociedad, no puedo dejar de referirme al papel que el INTEC ha jugado y debe jugar en la sociedad dominicana y en la comunidad universitaria nacional e internacional.
INTEC: el tecnológico de RD, partner de referencia en el desarrollo científico-tecnológico y productivo nacional
INTEC fue fundado con la impronta misional de constituirse como universidad innovadora y complementaria en el contexto de la educación superior dominicana, comprometida con la transformación social del país con la procura de la excelencia académica en todos sus aportes al desarrollo intelectual, científico y tecnológico de nuestra sociedad.
Dada la formación de los fundadores del INTEC es plausible pensar que al decidir su nombre como instituto tecnológico tuvieran como referencias modelos universitarios como el de Rensselaer Polytechnic Institute, fundado en 1824, el primero históricamente en su clase, u otros similares como Massachusetts Institute of Technology, New Jersey Institute of Technology, Rochester Institute of Technology, California Institute of Technology, entre otros. Sin desmedro de otros componentes curriculares de la educación superior, este modelo universitario surgió privilegiando la base científica y tecnológica en sus respectivos currículos y programas en todas las áreas y en todo su quehacer académico.
INTEC ha conservado este sello originario a lo largo de toda su trayectoria, lo que permite insistir en que INTEC se conciba, proyecte y posicione como partner o socio de preferencia de los sectores gubernamentales y empresariales y, en general, de todos los actores relevantes interesados e implicados en la transformación social del país, muy especialmente en su desarrollo científico-tecnológico y productivo.
En INTEC han tenido y tendrán aún más el socio competente y dispuesto, receptivo y proactivo para asumir con responsabilidad y dedicación toda iniciativa y proyecto compatible con su naturaleza, sus fines y sus principios, que son afines a los mejores intereses de todos en beneficio de una mejor nación.
Tienen ese partner en INTEC con la garantía de su naturaleza, transparente, eficiente y eficaz, que, para emplear la categorización de Luiz Carlos Bresser-Pereira, quien fuera ministro de administración pública y de ciencia y tecnología del gobierno de Fernando Cardoso, es una institución pública no estatal, es decir, enfocada a producir bienes públicos, al servicio público, sin fines de lucro, sin propietarios a los cuales otorgar rentas con administración austera, pulcra y eficiente, dispuesta a la rendición de cuentas y orientada a resultados.
Con esas credenciales le hemos dicho y diremos todavía con más insistencia a los sectores gubernamentales, empresariales, internacionales: nuestras puertas están abiertas y nuestros oídos atentos para que, como socios, como partners, emprendamos proyectos, desarrollemos y demos sostenibilidad a programas y proyectos de alto interés y valor para el país, aquí estamos para servir. E igualmente les anunciamos, tocaremos sus puertas, acogeremos propuestas, llevaremos las nuestras y recabaremos su apoyo, en todas las modalidades posibles y legítimas, con altura y dignidad, pero sin sonrojo ni apuro, porque como ya lo proclamó Eduardo Latorre, sabemos que el Instituto no es un fin en sí, sino un instrumento de servicio. [1]
Y, por eso, cada peso y cada centavo invertido con o en INTEC, en programas, en proyectos, en infraestructura y laboratorios, en becas o en donaciones tiene asegurado un muy buen uso y rendimiento en favor del desarrollo integral y sostenible del país.
En estos tiempos en los que el término marca-país se ha hecho un tema de atención de Estado y sociedad, debo insistir en que, en toda imagen internacional y en la propia auto- valoración de cada país, contar con universidades emblemáticas resulta no solo en un ya importante componente simbólico, sino también en un ingrediente indispensable en el posicionamiento competitivo de cada nación, muy ponderado y valorado por los socios e inversionistas internacionales al considerar sus decisiones de negocios.
Hoy, tanto o más que nunca antes, tiene sentido la insistencia en ese posicionamiento del INTEC de cara a los retos y demandas que presentan las revoluciones técnico-económicas, como la cuarta revolución industrial, y a lo empinado de ocupar un lugar auspicioso en el hipercompetitivo escenario global en el que nos encontramos frente a todas las naciones de todos los continentes.
Desde la tribuna que me ofrece este acto pido a todos que nos formulemos dos preguntas cruciales: ¿cómo sería la educación superior, a formación de profesionales y la actividad académica en nuestras últimas cinco décadas si no existiera el INTEC?
Y, más importante, ¿cómo enfrentaríamos la transformación social del país y su desarrollo científico-tecnológico y de capital humano sino siguiéramos contando con el INTEC?
Si las respuestas que demos a estas preguntas coinciden con las que tengo en mente, invito también a todos a pensar en cómo apoyar y velar por la sostenibilidad del desarrollo de INTEC como un tema marca-país que debe involucrar a muchos, en muchos estamentos, porque es de interés de muchos.
No puedo extenderme más en estas últimas consideraciones que serán recurrentes en mi discurso rectoral, para poder abordar aún sea fugazmente otros temas a los que no puedo escapar en este y en ningún otro momento mientras asuma las delicadas responsabilidades que me han sido confiadas.
INTEC tiene una muy respetable tradición y exhibe importantísimos logros y aportes que le hacen ocupar un lugar protagónico en la sociedad dominicana, al aproximarse a sus 50 años de existencia, que cumpliremos al doblar de la esquina, en 2022. 50 años de existencia en un país joven, podríamos decir adolescente, como el nuestro, es una hazaña que no muchas entidades han logrado.
¿Cómo visualizar nuestro querido INTEC en sus 50 años?
Lo veo re-afirmado como el tecnológico dominicano, partner de preferencia en el desarrollo social, científico-tecnológico y productivo nacional. Que, en su labor formativa, esencial y central, asegure en toda su oferta de grado y postgrado, una sólida base científica y tecnológica, stem, si se quiere, que posicione a sus egresados con las competencias analíticas, creativas e innovadoras que demanda cada vez más esta “cuarta revolución industrial” y las que, más rápido que lo que advertimos, le sucederán, tendámoslo por seguro.
Hoy, cuando no sabemos cómo, e incluso cuáles serán las profesiones y los puestos de trabajo del futuro que se nos encima, por lo menos anticipamos que se verán transformadas o definidas por ingredientes científicos, matemáticos, tecnológicos e ingenieriles –en sentido amplio de este último término-, sin cuyo dominio se reducirán significativamente las posibilidades de éxito e incluso de ejercicio profesional.
A lo anterior hay que agregar el necesario énfasis en las competencias y habilidades denominadas “blandas”, cada vez más valoradas, destacadas y procuradas por los directivos de todo tipo de organizaciones y empresas.
Las universidades no las han desconocido, pero han privilegiado ampliamente el trabajo en el plano de las habilidades cognitivas y, en sentido general, no han asumido el cultivo sistemático y sujeto a programación y evaluación formal del desarrollo de estas competencias y habilidades sociales “blandas”.
INTEC ha hecho su trabajo a esos respectos y los ha reforzado en los últimos años, pero hay que insistir, profundizar y actualizar incesantemente, sistemáticamente, porque cada vez más vale aquello de que cuando nos sabíamos todas las respuestas, nos cambiaron todas las preguntas. Y, como en los portales web, hay que mantener a mano el banner de “en construcción”.
Debemos asegurar no solo la actualización sino incluso la anticipación en la formación humana y profesional de nuestros estudiantes, a los que debemos obsequiar el tratamiento de reina en la Colmena inteciana, siendo el desarrollo curricular integral y continuo un deber prioritario y respecto del cual no debemos escatimar ningún esfuerzo.
Y en este tema del desarrollo curricular incesante, deberé involucrarme como rector porque, como sentenció Frank Rhodes, quien fuera Presidente de Cornell University: “el mayor privilegio que un académico puede tener es el de diseñar y apoyar un currículo”.
Una institución exigente y acogedora
Unido a lo antes dicho, con la valoración y la fe que siempre hemos tenido en nuestros estudiantes –y, por vía de consecuencia, en nuestros egresados- debemos persistir en mantener a INTEC como una universidad desafiante, demandante, exigente, pero equilibrando la balanza de modo que sea también una institución acogedora, amigable y empática. Y este doble propósito debe comprometernos y obligarnos a todos sin excepción en la colmena, directivos, profesores, empleados y a los propios estudiantes, por supuesto. Lo que deberá ser parte de nuestros planes y mediciones recurrentes, sabedores de que lo que no se mide, no se hace.
Tres roles: curador, creador y crítico
Toda universidad tiene tres distintos roles, como nos apunta Robert A. Scott, académico que fuera presidente de Adelphi University, los de curador, creador y crítico. Acabo de referirme a su rol de curador, paso al de creador.
El compromiso de INTEC con la investigación científica y académica es irrenunciable y a lo largo del tiempo ha sabido dar sostenibilidad a su rol en la creación científica, tecnológica, humanística e intelectual, el general. Así ha sido y así deberá mantenerse y profundizarse. Ahora bien, sin descuidar ni resistirse a las presiones del paradigma dominante del campo institucional universitario a nivel internacional, concibo la creación de conocimiento y la investigación en INTEC como una bifronte, que debemos abordar con un enfoque janusiano.
Una estrategia bifronte que dé cobertura tanto a la investigación en el marco del paradigma académico dominante como también a la investigación “aplicada”, relevante y pertinente, más del tipo de investigación (básica o aplicada) “inspirada en uso” (de acuerdo a Stokes)[2], como parte del ciclo I+D+i.
A lo que me refiero es a promover y apoyar decididamente la investigación en su sentido más amplio, incluyendo aquella orientada a la solución de problemas y satisfacción de necesidades prácticas de los sectores productivos y de la población, generando diseños, técnicas, procedimientos y fórmulas, mejoras de procesos y productos, prototipos en sus distintas etapas de desarrollo, que puedan ser aprovechados y transformados en distintas modalidades de innovación por parte de empresas privadas y públicas, organizaciones de servicios y, en general, agentes operando en los mercados y en los distintos ámbitos de funcionamiento de nuestra sociedad en general.
Siguiendo una estrategia bifronte, proyectos propios del profesorado así como de los estudiantes, como parte de sus actividades formativas, como es el caso de los capstone courses y otros cursos especiales, se procurará también vinculación de esos proyectos con los sectores productivos y agentes en los mercados y la sociedad, recabando su apoyo y participación, intentando desatar una espiral de iniciativas relevantes y pertinentes a las necesidades de transformación social, económica y productiva de la nación.
La investigación y la búsqueda de solución de problemas, académico-disciplinares o prácticos e inmediatos, debe ser, entonces, parte de la transpiración cotidiana de profesores y estudiantes en el INTEC, no acciones o iniciativas episódicas o aisladas.
Recientemente celebramos que, en medio y por encima de esta pandemia que nos agobia, nuestros estudiantes de ingeniería nos llenaron de orgullo al lograr el “System Safety Award” de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA). El INTEC que visualizo es uno en el que este y otros tipos de logros, más y menos formales, internacionales o locales, más o menos sonoros, más sofisticados o aparentemente pedestres, sean parte de la experiencia INTEC que nos caracterice y que vivan profesores y estudiantes en cada una de las áreas de formación del INTEC.
No me cabe la menor duda de la capacidad de nuestros estudiantes que aceptan el reto como tampoco de nuestros profesores, si acogemos todos el propósito de forjar esa la que quiero llamar experiencia INTEC.
Académicamente independiente pero constructivamente asociada
En su rol crítico, INTEC ha sido espacio, foro, tribuna y agente de intercambio, debate, formulación de propuestas y búsqueda de acuerdos en torno a los más importantes asuntos de distinto orden y naturaleza, siempre preservando su naturaleza académica, apartidista, pluralista y de exclusivo compromiso con la objetividad, la búsqueda de la verdad y de las mejores soluciones a los problemas nacionales. Asimismo, ha sido partícipe de escenarios y estructuras en las que su representación se ha atenido a esos principios y valores al aportar lo mejor de su experiencia y capacidades.
Debemos continuar jugando e incluso ampliar nuestro desempeño de ese importante rol que nos corresponde como universidad y como socio o partner de la transformación social del país y su desarrollo en todos los órdenes. E insistir en hacerlo siguiendo la recomendación del rector emérito Rhodes de que la universidad de ver “académicamente independiente pero constructivamente asociada”.[3]
Quisiera referirme a otros aspectos, pero apenas puedo enumerarlos.
- El de que las modalidades a distancia y en-línea a la que nos vimos abocados, que llegaron para quedarse y ser aprovechadas, siendo la cuestión la de cómo y en qué medida lo haremos,
- El de asegurar una oferta académica actualizada, diferenciada e innovadora, como se ha venido haciendo con nuevos programas como los de biotecnología, ingeniería de software y biomédica, ciberseguridad, matemáticas y ciencias actuariales, cine, comunicación digital y audiovisual, ciencias de datos, en salud pública y epidemiología, entre otras, pero velando siempre por la flexibilidad, interconexión y sinergia entre dichos programas, y así, por su sostenibilidad;
- Mantener, ampliar y profundizar los acuerdos inter-universitarios, nacionales e internacionales, enfatizando los programas de doble titulación y, más adelante, también los de titulación conjunta;
- Reforzar las iniciativas de desarrollo profesoral, asociadas al desarrollo curricular y destacando entre ellas los programas doctorales de altos estándares, incursionando también en los doctorados industriales, aprovechando para ello la experiencia de las universidades españolas, cuyos colegas y amigos rectores de seguro nos ayudarán a asimilar.
- Continuar, mantener y expandir los logros en materia de acreditación internacional de nuestros programas académicos, en los distintos espacios universitarios internacionales, incluyendo el Espacio Europeo de Educación Superior;
- Profundizar en la apertura y la comunicación regular y continua con nuestros egresados nuestros frutos más importantes, y junto con ellos, con todos nuestros relacionados, en las empresas, en el Estado, en toda la sociedad, escuchándoles atentamente e involucrándoles solidariamente.
Les agradezco me permitan ahora un momento más personal, cuidando de no extra limitarme en esta licencia que se permiten en estos actos.
No puedo dejar de agradecer de la manera muy sentida a todos quienes de una forma u otra me alentaron e inclinaron a proponerme para “dejar la piel” por este INTEC de nuestro cariño y desvelo; exalumnos, especialmente egresados intecianos, profesores, directivos y ex directivos, relacionados, amigos todos, que generosamente pensaron que podía aportar y que podía ser ponderado por los decisores tan favorablemente como ellos lo hacían. Mencionarles en detalle sería no solo prolijo sino también arriesgado no fuera a incurrir en algún olvido.
Hace dos años al creer ingenuamente que había finalizado una entrevista amistosa en el periódico El Día, seguí conversando y dije lo que se convertiría, para mi sorpresa, en titular de la misma: “Lo que soy hoy se lo debo a los curas del colegio de La Salle”. Lo repito hoy, intencionalmente, en eterno agradecimiento a los hermanos y a los profesores laicos que nos dieron tanto, sembrando conocimientos, competencias, y sobre todo valores que han sido las raíces de todos los camisa azul y pantalón kaki del Colegio Dominicano De La Salle.
Este agradecimiento lo entienden muy bien los amigos-hermanos de la vida de la promoción 70 que todavía nos tele-reunimos semanalmente porque no podemos, por ahora, hacerlo presencialmente una vez cada mes.
Agradezco a todos los demás familiares, amigos y compañeros de estudios o trabajo que me han acompañado y a quienes han sido parte de mi vida, de manera formal o informal, o de modo pasajero o más íntimo. A todos, mi agradecimiento por lo que me han aceptado, tolerado y regalado: su amistad y compañerismo.
Por último en la enumeración, pero jamás en la importancia, a Mirna, mi esposa, mi compañera y mi tercio, que me dio permiso para afrontar este nuevo desafío vital –ella tampoco sabe de lo que hablaba- y a mis hijos, Francis y con él a Ona, Patricia y con ella Manuel, a Dessiree, y a Lía, Brandon y Luca, hijos de mis hijos, gracias del alma por ser y estar como claveles y rosas de mi existencia. A ustedes y a mis padres, ya idos, debo el soporte que me obliga a vivir con principios y con integridad porque no podría verles a los ojos, aun sea en mi memoria, si les traicionara y me traicionara siendo de otra formal.
El legado de los rectores precedentes: una vara muy alta
No sé, por lo menos aún, si el doctor Guzmán me habrá dejado una nota en el escritorio del Rector como la que dejó George Herbert Walker Bush a Bill Clinton sobre el escritorio Resolute.
Pero si estoy seguro de que NO me dejó tres sobres, como en la tradicional anécdota popular entre los rectores de universidades españolas. Lo de los tres sobres va como sigue: el rector saliente entrega al nuevo rector 3 sobres cerrados, numerados del 1 al 3, para abrir en caso de crisis. El primer sobre, a abrir en la primera crisis del nuevo rector, tiene un muy breve mensaje: culpa al anterior rector por `la situación que te dejó. Al abrir el segundo sobre, en la siguiente crisis, el nuevo rector leerá: argumenta que no has tenido tiempo todavía para resolver todos los problemas y satisfacer todas las expectativas tan características de las numerosas facetas y los muy diversos integrantes e interesados de la universidad. En el tercer sobre, cuando llegue el momento, también hay un mensaje muy breve: ¡Prepara tres sobres!
Lo que si me ha dejado mi predecesor inmediato es una vara bien alta, como ha sido también el legado que dejaran sucesivamente Ramón Flores, Rafael Corominas Pepín, Eduardo Latorre, Rafael Toribio, Rafael Marion-Landais, Altagracia López y Miguel Escala, hacedores todos de un INTEC cada vez mejor.
Cuenten con mi compromiso a dar lo mejor de mí, que es la reiteración de un compromiso que viene desde muy lejos, desde los tiempos en los que junto a más de una docena de becarios por vía del INTEC fuimos a Estados Unidos para preparar una nueva generación de intecianos y manteníamos, con el liderazgo de Miguel Escala, el boletín “Somos parte del futuro de INTEC”.
Vengo, entonces, a inventar, que no a improvisar.
Vocación de utopía: si uno siempre mira a los cielos, acabará con alas
Asumo este periodo rectoral con la misma vocación de utopía con la que lo hicieron mis antecesores. Me inscribo entre los que sueñan de día, que, según Edgar Allan Poe, “son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan solo de noche”. Por supuesto, complemento la anterior con la recomendación de Forrest Gump: “Sueña, pero no dejes tu trabajo diurno”.
Quienes trabajen más estrechamente conmigo me escucharán repetir hasta la saciedad que hay que ver más allá de la curva, que, si la oportunidad nos toca, como decía Napoleón, hay que construir una puerta, que Dios está en los detalles y, en inglés, porque lo tomé del final de The Untouchables: never stop, never stop figthting until the fight is done.
Inicié este ya largo discurso apoyándome en la rectora Drew Gilpin Faust y lo que apuntaba sobre los discursos inaugurales de los rectores. Terminaré también con ella al definir estos discursos como una expresión de esperanza.
Esperanza de seguir construyendo un INTEC quincuagenario más fuerte y más capaz, siempre innovador y renovado, indispensable al país que soñamos y merecemos, fuente de orgullo nacional, sostenido y sostenible, creyendo siempre, junto a Gustave Flaubert: “que si uno siempre mira a los cielos, acabará con alas”.
Muchas gracias.
[1] Latorre, E. (19 de septiembre de 1999). Principales Objetivos del Instituto Tecnológico de Santo Domingo.
[2] Stokes, D. (1997). Pasteur´s Quadrant: Basic Science and Technological Innovation. Washington, D.C.: Brooking Institution Press.
[3] Rhodes, F. H.T. (1999) The New University, en: Challenges Facing Higher Education at The Millenium, Capítulo 17, edited by Werner Z. Hirsh and Lue E. Weber. Washington, D.C: The American Council on Education and The Oryx Press.