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?p=image&src=file%3Dimages%252Fprensa%252Fhostos2 Instituto Tecnológico de Santo Domingo - La pertinencia de Hostos en la actualidad

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Fecha de publicación:

28 Junio 2016

La pertinencia de Hostos en la actualidad


El prócer puertorriqueño Eugenio María de Hostos auspició en la República Dominicana entre 1875 y 1903 el movimiento pedagógico más trascendental de nuestra historia. Creó las primeras escuelas normales, dirigidas a varones y hembras, y en ellas fue pionero en la enseñanza de la ciencia. También fue un patriota sin tacha y luchó por la independencia de Cuba y Puerto Rico y por la Confederación de las Antillas. 

Aunque sólo publicó dos libros en vida “Moral social” y “Tratado de derecho constitucional”, su obra ha sido recogida en más de veinte volúmenes. Pedro Henríquez Ureña lo llamó apóstol de la acción. Fue pensador, organizador, ejecutor y soñador. Para José Gabriel García, padre de nuestra historiografía, él debió ser el historiador dominicano porque  enseñó una historia crítica e interpretativa. Su método pedagógico aún no ha sido superado: enseñaba mediante la razón y la emoción, y no escatimaba el arte como herramienta pedagógica. Gracias a él, el país pudo darle una organización sistemática y racional a los estudios. Era enemigo del memorismo y de la erudición hueca. Los libros de texto que usaba los elaboraba él mismo con la ayuda de sus alumnos. Enseñó la lectura razonada, es decir, leer para pensar. El único juez de la verdad era la propia conciencia, pero para que ésta sea objetiva, debe instruirse constantemente y ser puesta en práctica y a prueba en la realidad. 

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Hostos todavía es un gran desconocido; sabía que lo era y siempre se consideró póstumo. Sin ser religioso dogmático creía que la religión podía ser un modelo de moralidad. Aunque partidario de la enseñanza laica y de la libertad de cultos, iba a la Catedral de Santo Domingo todos los días y llegaba primero que el obispo. Fue atacado sin clemencia. Fue el primero que enseñó moral social en la escuela, pero lo acusaron de crear una escuela sin moral ni religión. Un discípulo suyo dijo que era mártir todos los días y según el historiador jesuita Tom Lluberes, era un santo laico. 

Hostos vivió en San Carlos, en una casita muy modesta. La recordaba desde Chile, donde pudo vivir de manera un poco más holgada, y dijo que no la cambiaba por ningún palacio. En una entrevista con un presidente chileno, éste no dejó de ver los zapatos rotos del prócer y cuando terminó la reunión, Hostos se despidió diciéndole: espero que la próxima vez usted me mire a los ojos y no a mis zapatos viejos. 

Hostos fue dominicano por adopción. “Amo tanto a Santo Domingo como a mi propia Borinquen y probablemente la elegiré como patria nativa de la mayor parte de mis hijos, para residencia final y sepultura”, dijo en 1895. Esta es tierra suya, de sus abuelos e hijos. 

DSC_3198 Instituto Tecnológico de Santo Domingo - La pertinencia de Hostos en la actualidad

Hostos murió en medio de la peor guerra civil dominicana, el 11 de agosto de 1903. Discípulos suyos murieron en los bandos fratricidas. Su casita de San Carlos fue incendiada y perdió su biblioteca y sus enseres de teatro con lo que enseñaba cuentos y leyendas a sus hijos y niños del barrio. Sufrió mucho por el país por lo mucho que lo quiso. Pidió que sus restos no fueran trasladados a Puerto Rico mientras su patria no fuera un Estado libre y soberano. Por eso descansa en nuestro país, en el Panteón de Patria. José Ramón López, discípulo suyo, dijo que el Maestro era como las simientes encontradas en las pirámides egipcias, que después de miles de años, eran capaces de germinar.

Conocer la vida y obra de Hostos es un bello compromiso espiritual. Los niños y jóvenes lo amarán cuando lo conozcan y entonces comprenderán por qué dijo que el futuro promisorio descansa en los niños, los jóvenes y las mujeres. El futuro siempre se crea en el presente.        

El pensamiento hostosiano es muy pertinente para pensar y repensar la educación científica y moral en un tiempo de crisis como éste. Sus ideas holísticas -pensaba que todo estaba relacionado con todo-, permiten romper los comportamientos estancos de nuestras carreras y materias. La educación gana todo su sentido en la formación del ser humano en todas sus dimensiones, dentro de las cuales no pueden faltar la conciencia, la moral social y la ciudadanía. Para Hostos, un ser humano que no tenga las competencias cognitivas necesarias ni sea ciudadano consciente y activo es un peligro para la sociedad. La inmoralidad es faltar al deber natural, social e individual: anteponer el bien particular al general, la dignidad al interés y la justicia a la pasión.   

Tomado de las notas del profesor José Guerrero, profesor de Antropología INTEC.